Érase
una vez un pueblo muy lejano, perdido entre las montañas que se
llamaba Ezcaray. Ocurrió un hecho terrible que sus habitantes
tardaron muchos años en olvidar.
La
primavera había llegado, la gente empezaba a salir más a la calle.
Atrás habían quedado el intenso frío y las grandes nevadas.
Los
niños estaban muy contentos porque se acercaban las fiestas de Santa
Bárbara y con ellas, el acto más esperado: Los cabezudos.
Pero
una mañana que brillaba el sol, el alcalde reunió a todos los
chiquillos y les dió una noticia que les puso muy tristes: “La Ratita había desparecido”.
Contaron
a los cabezudos una y otra vez: El Baturro, la Baturra, Negrito,
Negrita, Popeye, Ojo Traca, Payaso, Cheriff, Diplomático, Demonio,
Pirata, Viejo, Aldeano, Gueisa, Drácula, el Gafotas y la Viejita.
Pero la Ratita no aparecía por ningún lado...
-
No puede ser. La puerta está cerrada todo el año-
dijo el alcalde.
Fueron al cole muy
preocupados y Marta les preguntó:
- ¿Qué os pasa?-
- ¿Por qué
estáis tan tristes?-
- Ha desaparecido un
cabezudo, profe – dijeron Ramón, Byron y Zeeshan.
- ¡Sí! ¡La Ratita!, ¡Se la
han llevado! Siguieron Nora, Naia e Inés.
- Eso es terrible-
- ¿Qué podemos hacer?-
- Sin la Ratita, no hay
fiestas – respondieron Pedro, Markel y Mario.
- ¿Y si vamos a buscarlo
nosotros? – Se les ocurrió a Yaiza, Paula y Thallah.
- ¡Siiiiiiiiiii!
– dijeron todos a la vez.
Así que fueron a casa,
llenaron la mochila de comida y partieron en busca de la Ratita.
Buscaron por Tenorio, las plazas, todas las casas del pueblo y el
río, pero la Ratita seguía sin aparecer.
Así que decidieron buscar en el bosque. Se fueron colocando en una fila Alejandro, Yago,
Andrés, Irene, Estela, Mikel, Daniel, Zain y detrás el resto de niños de la clase.
Llevaban un
largo camino, ya estaban cansados y decidieron parar a comer.
Un leñador que pasaba por ahí les dijo:
- Buenos días niños, ¿Qué hacéis en este peligroso
bosque?-
- Se ha perdido la Ratita.
¿No la habrás visto?-
- Pues hace unos días vi a
la malvada bruja con ella, pero pensé que eran amigas y no le di
más importancia.
- ¿Y sabes a dónde iban?
– dijeron todos.
- Pues la bruja vive en lo
alto de la montaña, pero debéis ir con cuidado pues este bosque es
peligroso, hay un lobo feroz y un cazador que atrapa niños-
- ¡Muchas gracias leñador!
– y siguieron el camino.
Al ratito apareció el
lobo. – Wooooo – les asustó.
- ¡Fuera lobo, que tenemos
prisa!, le tiraron una piedra y como eran tantos se asustó y se salió corriendo.
Un poquito más adelante apareció el cazador con su escopeta. Los niños, avisados ya de que era malísimo, sacaron los petardos de sus mochilas y - pum, pum, pum- El cazador, asustado, también salió corriendo.
Los niños no paraban de reír.
- ¡Mirad la casa de la bruja!- dijo de pronto Naia.
- ¡Yupi!, ¡la hemos
encontrado! Subieron corriendo y miraron por la ventana. La bruja no
estaba y, ¡la Ratita tampoco!
- ¡Ohhh! ¿Dónde estará?-
De repente, oyeron una
vocecita.
- ¡Niños, estoy aquí! –
La Ratita estaba atada a un árbol.
La soltaron y le dieron
agua y comida.
- ¡Qué contentos estaban todos!-
Pero, la bruja se acercó con su escoba voladora.
- ¿Dónde os
pensáis que vais? -
-¡La ratita es mía!-
- ¡Nooooo…es nuestra! ¡Y es nuestra amiga!
Entre todos consiguieron atar a la bruja y salir a toda prisa.
Cuando aparecieron en la
plaza los niños y la Ratita, todos los que allí estaban aplaudieron y se pusieron muy contentos.
El alcalde dijo:
- En
este momento comienzan las fiestas-
Disparó el cohete y –
¡Pumba! – y salieron los gigantes y cabezudos a recorrer las
calles.
Fueron las fiestas de
Santa Bárbara más felices que hayan existido.