CUENTACUENTOS

RICITOS DE ORO

En unas casita del interior del bosque vivían tres osos. Eran el gran oso padre, con una voz potente; la madre osa, con una voz mediana, y su hijo osito, con una voz suave.
Una mañana cuando iban a tomar el desayuno, la madre osa dijo:
- La leche está muy caliente. Vamos a dar un paseo por el bosque mientras se enfría.
Y los tres salieron de la casita.
Mientras estaban fuera Ricitos de Oro, una niña que se había perdido en el bosque descubrió la casa y se preguntó quién viviría allí. Se acercó y llamó a la puerta. Como no respondió nadie, volvió a llamar otra vez. Al ver que no contestaban, abrió la puerta y entró en la casa.
En el comedor vió una mesa con tres tazas de leche con rebanadas de pan. Una era grande, otra mediana y otra pequeña. Probó la de la taza grande.
-¡Ay! -gritó-. Esta leche está muy caliente.
Después hizo lo mismo con la mediana.
-¡Brrr! Está leche esta helada.
Después probó la de la taza pequeña
-¡Mmm! Esta leche está deliciosa. Y se la comió todo.
Después de comer, Ricitos de Oro entró en otra habitación y vio tres sillas. Había una grande, otra mediana y otra pequeña. Ricitos de Oro se sentó en la grande:
-¡Qué dura es!-Pensó.
Después se sentó en la mediana:
-¡Está es muy blanda!
Después probó la pequeña:
-¡Esta sí que está bien!- pero hizo tanta fuerza al acomodarse que la rompió.
Después entró en otra habitación y vio tres camas. Había una grande, otra mediana y otra pequeñita. Ricitos de Oro se acostó en la cama grande y dijo:
-¡Está durisima!
Entonces se acostó en la cama mediana y dijo:
-¡Está muy blanda!
Por último, se acostó en la cama pequeña y era tan cómoda que se quedó dormida enseguida.
Mientras dormía los osos regresaron a su casa. Miraron la mesa y papá oso dijo:
-¡Alguien ha probado mi desayuno!
Mamá osa dijo:
-¡Alguien ha probado la leche de mi taza!
El osito, con voz suave, dijo:
-¡Alguien se ha bebido mi leche y se lo ha comido todo!
Los tres osos fueron a la otra habitación y, entonces, el gran oso padre miró su silla y dijo con voz grave:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla!
Entonces, la madre osa dijo con voz mediana:
-¡Alguien se ha sentado también en mi silla!
y el osito, con voz suave, dijo:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla y la ha roto!
Los tres osos, tristes y hambrientos,
decidieron irse a la cama.
Papá oso dijo: -¡Alguien ha dormido en mi cama!
Mamá osa dijo: -¡Alguien ha dormido
En mi cama también!
El osito gritó: -¡Alguien está
durmiendo en mi cama!
Después entraron en el dormitorio y el gran oso padre dijo con voz potente
- Alguien ha estado acostado en mi cama
Y la madre oso dijo con voz mediana
- También se han acostado en la mía.
Y el osito dijo con voz suave:
- ¡ Alguien se ha acostado en mi cama y aún está aquí!
La voz del osito despertó a Ricitos de Oro, que al ver a los tres osos se asustó tanto que saltó de la cama, atravesó las habitaciones y corrió por el bosque todo lo deprisa que pudo.







EL GATO CON BOTAS
Había una vez un muchacho joven que vivía en la calle con su gato. El muchacho era pobre, y llevaba puestas ropas araposas.
El joven casi no tenía para comer, y lo único que se llevaba al estómago era lo que podía encontrar en la basura para su gato y para él.
Un día, el gato, que se daba cuenta de la pobreza extrema de su amo,cogió unas botas, un sombrero y una capa, los limpió hasta que parecieron nuevos y se los puso. A continuación,el gato con botas se fue a cazar al campo, y cuando volvió con un jabalí a sus espaldas, se lo llevó al rey, y le dijo: “Excelentísimo señor, mi amo el marqués le regala este jabalí para que lo disfrute con su familia“.
El rey le dio las gracias, y esa noche en el castillo del reino se cenó jabalí asado, a la salud del marqués.
Al día siguiente, el gato se volvió a poner las botas y volvió a cazar un jabalí para regalárselo al rey en nombre del marqués.
El gato con botas repitió durante una semana sus regalos al rey.
Un día, mientras el gato con botas y su amo estaban en el río bañando y lavándose, pasó la carroza del rey cerca del río. El gato con botas lo vio, y rápidamente le dijo a su amo que se quitara toda la ropa..
La carroza del rey paró junto al río para descansar, y el rey vio al gato con botas, y le preguntó: “¿Qué hacéis tú y tu amo en el río?“. A lo que el gato contestó: “Han robado a mi amo el marqués y le han quitado toda la ropa!“.
El rey rápidamente le dio un traje elegante al supuesto marqués y él y el gato con botas subieron a la carroza real.
Dentro de la carroza iba la hija del rey, una muchacha muy hermosa. Sólo hizo falta una mirada, y los dos muchachos se enamoraron..
Ahora, el muchacho que vivía en la calle sin dinero, ni ropa elegante, ni comida, se había convertido en el príncipe del reino, y todo esto gracias a su amigo, el gato con botas.

Moraleja: Cualquier persona que se lo proponga puede llegar a ser alguien importante. Sólo hay que dedicarle mucho esfuerzo para conseguirlo.













                         ENCARNITA



Sinopsis de Encarnita
Encarnita es una mariquita que enamora. Este historia es especialmente tierna, por sus ilustraciones, unas acuarelas realmente expresivas y de gran calidad; por sus personajes, la pequeña pintora Encarnita, con el dibujo de mamá debajo del brazo, perdida en medio del bosque y preguntando, siempre muy educada, si alguien la ha visto; el saltamontes, el abejorro, la rana y la nutria, ¡tan reales!; y la mamá de Encarnita, igualita igualita que el dibujo que Encarnita ha enseñado por el bosque. La historia habla de ternura, de coraje y de solidaridad.




 ANIMALES DE LA GRANJA





Cuento motor: “DE EXCURSIÓN A LA GRANJA”
Nos vamos de excursión a la granja (forman un tren). Bajamos del autobús y entramos en la granja. Vamos a la conejera. Los conejos dan grandes saltos (Saltan). Por equipos de cuatro realizarán carreras de saltos. El granjero nos invita a conocer a sus caballos y montar en ellos. (Repartir una pica a cada niño. Imaginar que es un caballo y ponerle un nombre. Acariciarlo. Darle de comer. Hacerse amigo de él y montarlo. Desplazarse a diferentes ritmos y realizando distintos movimientos: al paso caminando de puntillas, al galope. Llevar el caballo a la cuadra y darle de comer, luego dejarlo descansar.). Los siguientes animales que encontramos son los cerdos. Estos cerdos gruñían (reproducen la onomatopeya del cerdo) y se revolcaban por al suelo hacia un lado y hacia otro (imitan este movimiento). Entramos en el establo. Allí las vacas mugían (reproducen la onomatopeya de la vaca). El granjero nos pide ayuda para ordeñar las vacas. Apretar arriba y tirar hacia abajo (imitan este movimiento). Salía leche y más leche de la ubre de la vaca. Teníamos que llenar el cubo hasta arriba. En el corral, unas gallinas revoloteaban sin cesar (imitan este movimiento). Movían sus alas muy rápido. Cacareaban muy fuerte (reproducen esta onomatopeya). Todas las gallinas pusieron un huevo y se colocaron encima de él (simulan que el balón es un huevo). Tenían que incubarlo, darle calor, para que nacieran los pollitos. Ya se ha incubado lo suficiente. Nacieron los pollitos que pían muy bajito (reproducen esta onomatopeya) porque son muy pequeñitos. A las gallinas les gusta comer gusanos (arrastrándose por el suelo y un niño será la gallina que de cuclillas intentará alcanzar a estos gusanos).

Relajación: “ESQUILAR OVEJAS”

Por parejas. Unos son ovejas y otros las esquilan. Las ovejas se tumban, los esquiladores simulan que es la máquina que esquila: les pasamos la máquina por la cabeza, el cuello, las patas, la tripa…).

LA CASITA DE CHOCOLATE

Dos hermanitos salieron de su casa y fueron al bosque a coger leña. Pero cuando llegó el momento de regresar no encontraron el camino de vuelta. Se asustaron mucho y se pusieron a llorar al verse solos en el bosque.
Sin embargo, allá a lo lejos vieron brillar la luz de una casita y hacia ella se dirigieron. Era una casita extraordinaria. Tenía las paredes de caramelo y chocolate. Y como los dos hermanos tenían hambre se pusieron a chupar en tan sabrosa golosina. Entonces se abrió la puerta y apareció la viejecita que vivía allí, diciendo:
Hermosos niños, ya veo que tenéis mucho apetito. Entrad, entrad y comed cuanto queráis.
Los dos hermanitos obedecieron confiados. Pero en cuanto estuvieron dentro, la anciana cerró la puerta con llave y la guardó en el bolsillo, echándose luego a reír. Era una perversa bruja que se servía de su casita de chocolate para atraer a los niños que andaban solos por el bosque.
Los infelices niños se pusieron a llorar, pero la bruja encerró al niño en una jaula y le dijo:
- No te voy a comer hasta que engordes, porque estas muy delgado- Primero te cebaré bien.
Y todos los días le preparaba platos de sabrosa comida. Mientras tanto a la niña la obligaba a trabajar sin descanso. Y cada mañana iba la bruja a comprobar si engordaba su hermanito, mandándole que le enseñara un dedo. Pero como tenía muy mala vista, el niño, que era muy astuto, le enseñaba un huesecillo de pollo que había guardado de una de las comidas. Y así la bruja quedaba engañada, pues creía que el niño no engordaba.
 - Sigues muy delgado decía -. Te daré mejor comida.
Y preparaba nuevos y abundantes platos y era la niña la que se encargaba de llevarlos a la jaula llorando amargamente porque sabía lo que la bruja quería hacer con su hermano. Escapar de la casa era imposible, porque la vieja nunca sacaba la llave del bolsillo y no se podía abrir la puerta. ¿Cómo harían para escapar?
Un día llamó la bruja a la niña y le dijo:
- Mira, ya me he cansado de esperar porque tu hermano no engorda a pesar de que come mejor que un rey. Le preparo las mejores cosas y tiene los dedos tan flacos que parecen huesos de pollo. Así que vas a encender el fuego enseguida.
La niña se acercó a su querido hermanito y le contó los propósitos de la malvada bruja. Había llegado el momento tan temido.
La bruja andaba de un lado para otro haciendo sus preparativos. Como veía que pasaba el tiempo y la niña no había cumplido lo que le había mandado, gritó:
¿A qué esperas para encender el fuego?
 La hermana tuvo entonces una buena idea:
- Señora bruja - dijo -, yo no sé encenderlo.
- Pareces tonta - contestó la bruja -; tendré que enseñarte. Fíjate, se echa mucha leña, así. 
Ahora enciendes y soplas para que salgan muchas llamas. ¿Lo ves?
Como estaba la bruja en la boca del horno, la niña le arrancó de un tirón las llaves que llevaba atadas a la cintura y, dando a la bruja un tremendo empujón, la hizo caer dentro del horno.
Libre ya de la bruja, y usando las laves, abrió con gran alegría la puerta de la jaula y salieron los dos corriendo hacia el bosque. Se alejaron a todo correr de la casita de chocolate y cuando encontraron el camino de regreso a su casa lo siguieron y llegaron muy felices.
(Hermanos Grimm)




EL AÑO QUE MAMÁ NOEL LLEVÓ LOS REGALOS DE NAVIDAD


    

Podría decir de este cuento que así fue, porque así me lo contaron, pero... a los hechos me remito. Como sabéis en Laponia, donde vive Papá Noel, hace un frío terrible, te castañetean los dientes, algunos días se te pegan las pestañas;  de los techos de las casas cuelgan unas incisi¬vas y larguísimas estalactitas. En fin... Cabe imaginar que en lugar tan maravilloso como inhóspito, las ardillas usan guantes; los lobos, lustrosas botas de cuero; y los renos, unos graciosos gorros rojos con orlas blancas, que acaban en su punta con un gracioso pompón. ¡Pero qué os voy a contar que no sepáis! O... ¿no sois vosotros de los primeros en salir hacia los mercadillos navideños de las plazas de vuestros pueblos y ciudades, y allí miráis encantados las figuras del Belén, las zambombas, las bolsas de confeti, la nieve artificial... hasta que..., lo inevitable, volvéis al hogar con uno de esos maravillosos gorros rojos y blancos sobre vuestras cabezas?


    Pues... lo que iba a contaros: a punto estaba de llegar a Laponia como a todo el mundo el día de Navidad y Papá Noel amaneció con tos y fiebre.
    — Es gripe — decía con los ojos llorosos. Y muy preocupado añadía...— ¡Qué va a ser de mis niñitas y niñitos! ¿Quién repartirá las ilusiones y esperanzas, tantos regalos como ellos esperan?
    — Yo — gritó una vocecita pequeña y delgada como un airecillo primaveral que llegaba de la cocina. Papá Noel, pensó en un ratoncito. Lo había visto hacía tiempo protegiéndose del frío del invierno junto a la cocina de leña.
    — Yo — repitió la vocecita... que acercándose a Papá Noel, le trajo un gran vaso de leche con miel y un pastelillo — Yo lo haré.
    Papá Noel escuchó sin decir nada. Y Mamá Noel, repitió:
    — Yo lo haré...
    
    Bueno, la verdad es que a Papá Noel ese cambio no le agradó mucho; él, se llevaba los honores; él recibía las cartas de millones de niñas y niños; de él se hablaba en todos los telediarios y periódicos del mundo...
    — Está bien — refunfuñó —, está bien. Los tiempos han cambiado. Lo reconozco. He de reconocerlo. Me parece... justo. 
    Entonces Mamá Noel, consolándole, dijo:
    — No te preocupes, Papá. No lo notarán. Llevaré tu traje, me pondré un almohadón para imitar tu barriga, y... ¡Hasta una barba postiza! 
    Fuera, el trineo estaba preparado. Sonaban los cascabelillos de los arneses y los renos se movían ansiosos y expectantes. Nevaba y de los pinos caían espontáneos puñados de nieve.
    — No, no es justo — reflexionó Papá Noel —. No puedo permitirlo. Tú eres tú.
    Entonces Mamá Noel, dijo:
    — Bien, bien... Veo que los dos estábamos preparados para este cambio...
    — ¡Atchiss! — contestó Papá Noel.
    Mamá Noel comenzó a vestir su propio traje. No se ajustó barba, ni tripa, ni cargó un saco gigante lleno de juguetes sobre su espalda como para demostrar cuán fuerte era para su edad. Se miró al espejo... No estaba mal. Era mayor, pero su rostro reflejaba serenidad. Entonces, mirando a Papá Noel, se despidió:
    — Es hora de marchar.
    — Sí — dijo él.
    — Volveré pronto — susurró ella — dándole un cariñoso beso en la mejilla.
    — Te estaré esperando.
    
    Así fue como Mamá Noel, repartió los regalos de Navidad, pero... ¡Siempre hay un pero! Sólo algunas personas, las que esperaban el maravilloso acontecimiento de ver aparecer algún día a Mamá Noel, la vieron, y fueron muy dichosos. Llamaron a las agencias de noticias y, al día siguiente, la noticia que podía oírse y leerse en los noticiarios y en los periódicos, era: «Mamá Noel repartió los juguetes de este año». «Mamá Noel hizo las delicias de los niños». «El nuevo siglo nos ha traído a Mamá Noel».
    
    Pero Mamá Noel no pensaba sólo en esto, aunque la hacía muy feliz, sino en cómo estaría Papá Noel recuperándose de su gripe. 
    Cuando llegó a su casa de Laponia, y no os cuento ¡cuán cansados estaban los renos y Mamá Noel!, se encontró a Papá Noel cantando y amasando pastelillos en la cocina. 
    — Hola cielo — dijo ella.
    — Hola, mi amor — contestó él.
    Era la primera vez que Papá Noel cocinaba. Además, había lavado la ropa y ordenado la casa.
    Juntos leyeron las noticias de los periódicos, y de todas ellas, la que más les gustó, fue una que decía: «El año que viene, las niñas y niños del mundo, podrán escribir — indistintamente — a Mamá y a Papá Noel». 
    ¡Lo habían conseguido entre todos! Los cambios en las personas y en las vidas, son así... Primero un deseo, un sueño, una posibilidad; luego, una realidad, y cuando esto sucede... ¡Qué maravilloso el aire de fraternidad que respiran las personas, y qué maravillosa la luz que parece irradiar el mundo!
     


LOS TRES CERDITOS

    En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.
    El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.
    El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.
- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.
    El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.
    El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.
    Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.
    Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.
    Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.









EL PIRATA CARAPATATA


  •  El Pirata Cara Patata
  • Erase una vez, un niño que soñaba con ser un Pirata llamado Cara Patata con pata de palo y parche en el ojo.
  • Tenía un barco muy muy grande con una bandera que tenia una calavera,¿sabéis por qué?Porque era un Barco Pirata
  •  Iba navegando por los mares en busca de un gran tesoro, cuando de repente se encontró con un tortuga que le dijo: -Hola, ¿quién eres? Soy el Pirata Cara Patata y voy en busca de un tesoro y si me acompañas lo compartiré contigo. Vale, le dijo la tortuguita.
  •  Iban navegando la tortuguita y el Pirata Cara Patata cuando se encontraron con unas gaviotas que le preguntaron:-Hola ¿dónde vais?-Vamos en busca de un tesoro que está en una isla que se llama Chupilandia, pero no sabemos donde está, si nos ayudáis compartiremos el tesoro con todas vosotras. Dijo el Pirata Cara Patata.-Chachi, contestaron las gaviotas.
  •  Estaban todos buscando la isla Chupilandia en el mapa cuando de repente, se encontraron con...
  •  ... un gran tiburón, que les preguntó.-Hola, ¿qué hacéis amigos?-Estamos buscando una isla que tiene un gran tesoro pero no la encontramos, si nos ayudas compartiremos el tesoro contigo.-Guay, os ayudaré.
  •  Por fin, el Pirata Cara Patata y sus nuevos amigos encontraron la isla Chupilandia y todos se pusieron muy contentos.
  •  El Pirata Cara Patata y sus amigos encontraron el cofre del tesoro y ¿sabéis que había dentro? ¡¡Moneditas de chocolate!!
  •  El Pirata Cara Patata las repartió entre todos sus nuevos amiguitos y, ¿sabéis qué?
  •  …que se lo pasaron tan bien que decidieron buscar otro tesoro. Fin











LA BELLA DURMIENTE

Hace muchos años vivían un rey y una reina quienes cada día decían: "¡Ah, si al menos tuviéramos un hijo!" Pero el hijo no llegaba. Sin embargo, una vez que la reina tomaba un baño, una rana saltó del agua a la tierra, y le dijo: "Tu deseo será realizado y antes de un año, tendrás una hija."

Lo que dijo la rana se hizo realidad, y la reina tuvo una niña tan preciosa que el rey no podía ocultar su gran dicha, y ordenó una fiesta. Él no solamente invitó a sus familiares, amigos y conocidos, sino también a un grupo de hadas, para que ellas fueran amables y generosas con la niña. Eran trece estas hadas en su reino, pero solamente tenía doce platos de oro para servir en la cena, así que tuvo que prescindir de una de ellas.

La fiesta se llevó a cabo con el máximo esplendor, y cuando llegó a su fin, las hadas fueron obsequiando a la niña con los mejores y más portentosos regalos que pudieron: una le regaló la Virtud, otra la Belleza, la siguiente Riquezas, y así todas las demás, con todo lo que alguien pudiera desear en el mundo.

Cuando la décimoprimera de ellas había dado sus obsequios, entró de pronto la décimotercera. Ella quería vengarse por no haber sido invitada, y sin ningún aviso, y sin mirar a nadie, gritó con voz bien fuerte: "¡La hija del rey, cuando cumpla sus quince años, se punzará con un huso de hilar, y caerá muerta inmediatamente!" Y sin más decir, dio media vuelta y abandonó el salón.

Todos quedaron atónitos, pero la duodécima, que aún no había anunciado su obsequio, se puso al frente, y aunque no podía evitar la malvada sentencia, sí podía disminuirla, y dijo: "¡Ella no morirá, pero entrará en un profundo sueño por cien años!"

El rey trataba por todos los medios de evitar aquella desdicha para la joven. Dio órdenes para que toda máquina hilandera o huso en el reino fuera destruído. Mientras tanto, los regalos de las otras doce hadas, se cumplían plenamente en aquella joven. Así ella era hermosa, modesta, de buena naturaleza y sabia, y cuanta persona la conocía, la llegaba a querer profundamente.

Sucedió que en el mismo día en que cumplía sus quince años, el rey y la reina no se encontraban en casa, y la doncella estaba sola en palacio. Así que ella fue recorriendo todo sitio que pudo, miraba las habitaciones y los dormitorios como ella quiso, y al final llegó a una vieja torre. Ella subió por las angostas escaleras de caracol hasta llegar a una pequeña puerta. Una vieja llave estaba en la cerradura, y cuando la giró, la puerta súbitamente se abrió. En el cuarto estaba una anciana sentada frente a un huso, muy ocupada hilando su lino.

"Buen día, señora," dijo la hija del rey, "¿Qué haces con eso?" - "Estoy hilando," dijo la anciana, y movió su cabeza.

"¿Qué es esa cosa que da vueltas sonando tan lindo?" dijo la joven.

Y ella tomó el huso y quiso hilar también. Pero nada más había tocado el huso, cuando el mágico decreto se cumplió, y ellá se punzó el dedo con él.

En cuanto sintió el pinchazo, cayó sobre una cama que estaba allí, y entró en un profundo sueño. Y ese sueño se hizo extensivo para todo el territorio del palacio. El rey y la reina quienes estaban justo llegando a casa, y habían entrado al gran salón, quedaron dormidos, y toda la corte con ellos. Los caballos también se durmieron en el establo, los perros en el césped, las palomas en los aleros del techo, las moscas en las paredes, incluso el fuego del hogar que bien flameaba, quedó sin calor, la carne que se estaba asando paró de asarse, y el cocinero que en ese momento iba a jalarle el pelo al joven ayudante por haber olvidado algo, lo dejó y quedó dormido. El viento se detuvo, y en los árboles cercanos al castillo, ni una hoja se movía.

Pero alrededor del castillo comenzó a crecer una red de espinos, que cada año se hacían más y más grandes, tanto que lo rodearon y cubrieron totalmente, de modo que nada de él se veía, ni siquiera una bandera que estaba sobre el techo. Pero la historia de la bella durmiente "Preciosa Rosa," que así la habían llamado, se corrió por toda la región, de modo que de tiempo en tiempo hijos de reyes llegaban y trataban de atravesar el muro de espinos queriendo alcanzar el castillo. Pero era imposible, pues los espinos se unían tan fuertemente como si tuvieran manos, y los jóvenes eran atrapados por ellos, y sin poderse liberar, obtenían una miserable muerte.

Y pasados cien años, otro príncipe llegó también al lugar, y oyó a un anciano hablando sobre la cortina de espinos, y que se decía que detrás de los espinos se escondía una bellísima princesa, llamada Preciosa Rosa, quien ha estado dormida por cien años, y que también el rey, la reina y toda la corte se durmieron por igual. Y además había oído de su abuelo, que muchos hijos de reyes habían venido y tratado de atravesar el muro de espinos, pero quedaban pegados en ellos y tenían una muerte sin piedad. Entonces el joven príncipe dijo:

-"No tengo miedo, iré y veré a la bella Preciosa Rosa."-

El buen anciano trató de disuadirlo lo más que pudo, pero el joven no hizo caso a sus advertencias.

Pero en esa fecha los cien años ya se habían cumplido, y el día en que Preciosa Rosa debía despertar había llegado. Cuando el príncipe se acercó a donde estaba el muro de espinas, no había otra cosa más que bellísimas flores, que se apartaban unas de otras de común acuerdo, y dejaban pasar al príncipe sin herirlo, y luego se juntaban de nuevo detrás de él como formando una cerca.

En el establo del castillo él vio a los caballos y en los céspedes a los perros de caza con pintas yaciendo dormidos, en los aleros del techo estaban las palomas con sus cabezas bajo sus alas. Y cuando entró al palacio, las moscas estaban dormidas sobre las paredes, el cocinero en la cocina aún tenía extendida su mano para regañar al ayudante, y la criada estaba sentada con la gallina negra que tenía lista para desplumar.

Él siguio avanzando, y en el gran salón vió a toda la corte yaciendo dormida, y por el trono estaban el rey y la reina.

Entonces avanzó aún más, y todo estaba tan silencioso que un respiro podía oirse, y por fin llegó hasta la torre y abrió la puerta del pequeño cuarto donde Preciosa Rosa estaba dormida. Ahí yacía, tan hermosa que él no podía mirar para otro lado, entonces se detuvo y la besó. Pero tan pronto la besó, Preciosa Rosa abrió sus ojos y despertó, y lo miró muy dulcemente.

Entonces ambos bajaron juntos, y el rey y la reina despertaron, y toda la corte, y se miraban unos a otros con gran asombro. Y los caballos en el establo se levantaron y se sacudieron. Los perros cazadores saltaron y menearon sus colas, las palomas en los aleros del techo sacaron sus cabezas de debajo de las alas, miraron alrededor y volaron al cielo abierto. Las moscas de la pared revolotearon de nuevo. El fuego del hogar alzó sus llamas y cocinó la carne, y el cocinero le jaló los pelos al ayudante de tal manera que hasta gritó, y la criada desplumó la gallina dejándola lista para el cocido.

Días después se celebró la boda del príncipe y Preciosa Rosa con todo esplendor, y vivieron muy felices hasta el fin de sus vidas.



































 EL LOBO Y LOS SIETE CABRITOS


Había una vez, una cabra que tenía 7 cabritos. Un día debía ir al bosque a buscar comida. Llamó sus hijos y les dijo: -Hijitos voy a ir al bosque; tengan cuidado con el lobo, porque si entrara se los comería a todos. A veces se disfraza, pero es conocido por su voz ronca y por sus negras pezuñas. -Mamá -dijo el mayor- ve tranquila, porque nos cuidaremos. Y la madre emprendió el camino hacia el bosque. No había pasado mucho tiempo, cuando alguien llamó a la puerta diciendo: -¡Abrid, hijitos, que ha llegado mamá y les ha traído comida! - Tú no eres mamá, ella tiene la voz dulce. Tú eres el lobo. Entonces, el lobo fue en busca de un buhonero y le compró tiza. Se la comió y así logró suavizar la voz. Volvió, tocó y dijo: -¡Abran, hijitos, que mamá ha traído comida para todos! Pero apoyó una de sus negras pezuñas en la ventana. -Mamita no tiene la pezuña negra como tú. Tú eres el lobo.
El lobo corrió donde el molinero y le dijo: “Échame harina en la pezuña”. Como este se negó, lo amenazó con devorarlo. Ya enharinado, corrió a casa de los cabritos y les dijo: -¡Abran, quemamita ha vuelto y ha traído comida para todos!
-Enséñanos la pezuña, para ver si eres nuestra madre El lobo mostró su pezuña por la ventana y los cabritos, confiados, abrieron la puerta. ¡Fue atroz! Corrieron a esconderse; pero los halló y fue devorándolos uno a uno. Sólo el más pequeño, que se escondió en la caja del reloj, consiguió salvarse.
Al rato volvió la cabra. ¡Qué escena tan dolorosa! Llamó a todos y nadie contestó. Gracias a Dios, pudo oír al más pequeño: “Mamá, estoy aquí”. Le contó todo y ella lloró inconsolablemente. Salieron de la casa y al llegar al bosque, hallaron al lobo dormido junto a un árbol. Lo miró y vio que su vientre se movía y pateaba: “¡Dios! -pensó-, ¿mís hijitos vivirán todavía?”.
Entonces, ella abrió la barriga al monstruo y los cabritos fueron saliendo dando brincos, sin haber sufrido daño alguno.
-Ahora id a buscar unas grandes piedras -dijo la madre. Metieron las piedras en la barriga del lobo, y ella la cosió pacientemente. Al despertar, el lobo se dijo: “¿Qué me pasa? ¿Sólo 6 cabritos he comida, y en piedras se han convertido?”.
Se inclinó en el río para beber, pero el peso de las piedras lo arrastró al fondo, ahogándose por ser tan malvado. -¡El lobo ha muerto!, -gritaron los cabritos- ¡el lobo ha muerto!
Y, dichosos, bailaron con mamá por haberles salvado la vida.
Los Hermanos Grimm





¿A QUÉ SABE LA LUNA?

















































PINOCHO

Erase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.


Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo.

Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.

Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él.

Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.


























LAS HABICHUELAS MÁGICAS





Periquín vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña del bosque. Como con el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre determinó mandar a Periquín a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.-Son maravillosas -explicó aquel hombre-. Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca.
Así lo hizo Periquín, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojó a la calle. Después se puso a llorar.
Cuando se levantó Periquín al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista. Se puso Periquín a trepar por la planta, y sube que sube, llegó a un país desconocido.
Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía un huevo de oro cada vez que él se lo mandaba. Esperó el niño a que el gigante se durmiera, y tomando la gallina, escapó con ella. Llegó a las ramas de las habichuelas, y descolgándose, tocó el suelo y entró en la cabaña.
La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro, y con su producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y Periquín tuvo que trepar por la planta otra vez, dirigiéndose al castillo del gigante. Se escondió tras una cortina y pudo observar cómo el dueño del castillo iba contando monedas de oro que sacaba de un bolsón de cuero.
En cuanto se durmió el gigante, salió Periquín y, recogiendo el talego de oro, echó a correr hacia la planta gigantesca y bajó a su casa. Así la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir viviendo mucho tiempo.
Sin embargo, llegó un día en que el bolsón de cuero del dinero quedó completamente vacío. Se cogió Periquín por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escalándolas hasta llegar a la cima. Entonces vio al ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro.
Cuando el gigante salió de la estancia, cogió el niño la cajita prodigiosa y se la guardó. Desde su escondite vio Periquín que el gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, oh maravilla!, tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sueño poco a poco.
Apenas le vio así Periquín, cogió el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquín, empezó a gritar:
-¡Eh, señor amo, despierte usted, que me roban!
Se despertó sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores:
-¡Señor amo, que me roban!
Viendo lo que ocurría, el gigante salió en persecución de Periquín. Resonaban a espaldas del niño pasos del gigante, cuando, ya cogido a las ramas empezaba a bajar. Se daba mucha prisa, pero, al mirar hacia la altura, vio que también el gigante descendía hacia él. No había tiempo que perder, y así que gritó Periquín a su madre, que estaba en casa preparando la comida:
-¡Madre, tráigame el hacha en seguida, que me persigue el gigante!
Acudió la madre con el hacha, y Periquín, de un certero golpe, cortó el tronco de la trágica habichuela. Al caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y Periquín y su madre vivieron felices con el producto de la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de oro.

















CAPERUCITA ROJA




Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo: "Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, "Buenos días," ah, y no andes curioseando por todo el aposento."

"No te preocupes, haré bien todo," dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él. "Buenos días, Caperucita Roja," dijo el lobo. "Buenos días, amable lobo." - "¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?" - "A casa de mi abuelita." - "¿Y qué llevas en esa canasta?" - "Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse." - "¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?" - "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a sí mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente." Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: "Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas."

Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: "Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta. "¿Quién es?" preguntó la abuelita. "Caperucita Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la abuelita, "estoy muy débil y no me puedo levantar." El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.

Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma: "¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita." Entonces gritó: "¡Buenos días!," pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña. "¡!Oh, abuelita!" dijo, "qué orejas tan grandes que tienes." - "Es para oírte mejor, mi niña," fue la respuesta. "Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes." - "Son para verte mejor, querida." - "Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes." - "Para abrazarte mejor." - "Y qué boca tan grande que tienes." - "Para comerte mejor." Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.

Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. "¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!" dijo él."¡Hacía tiempo que te buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: "¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!," y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quizo correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.

Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente pensó: "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer."



También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y siguió directo en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con otro lobo y que la había saludado con "buenos días," pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía pública, de seguro que se la hubiera tragado. "Bueno," dijo la abuelita, "cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar." Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó: "¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles!" Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus malas intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a la niña: "Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está afuera." Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño.













                                     ALADINOE

Todos los días, el sultán le repetía a su hija Jazmínque ya tenia edad para casarse y así poder continuarella en el trono.---Cierta vez, como ya estaba cansada de repetirle asu padre que solo se casaría por amor, la princesa sedespidió de su mascota y amigo el tigre, y se escapódel palacio.Cuando estaba caminando por el mercado del pueblo,vió a un guardia que arrestaba al joven Aladdín porquese lo había pedido el visir Yafar.--¡Suéltalo! -dijo Jazmín-,¡Es orden de la princesa!Pero el guardia no creyólo que ella le decía y encerró a Aladdín y a su mascotael monito Abú en un calabozo.Allí se le acercó el visir Yafar, disfrazado de anciano paraproponerle algo muy peligroso.---Te ayudaré a escapar-- le dijo Yafar--, pero debes traermela lámpara mágica que está en una cueva muy misteriosa,escondida en el desierto.Aladdín encontró una alfombra mágica que le dijo dondeestaba la lámpara.Y una vez que halló la lámpara, se puso a frotarla para quitarletodo el polvo que tenía, inmediatamente al frotarla aparecióun genio gigante.


---Haciendo una reverencia el genio le dice:Mi amo,te concederé tres deseos...Si pudieras pedir un deseo,¿que pedirías?--le preguntó Aladdín al genio.¡Ser libre! ¡Ser mi propio amo! --respondió el genio--Si me conviertes en el príncipe Alí ---le dijo Aladdínusaré mi tercer deseo para liberarte.El genio estuvo de acuerdo y, convirtió a Aladdín en príncipe,entonces se fue inmediatamente al palaciopara pedir la mano de la hija del Sultán.


--¡Ojalá Jazmín acepte! --suspiró el Sultán.Pero Jazmín ni siquiera quiso mirar al príncipe Alí y corrióa encerrarse en su dormitorio.Aladdín se acercó volando al balcón de su amada Jazmín.--¡Tú no eres el príncipe! --exclamó Jazmín,¡Eres el que llevaron a la cárcel!--A veces me disfrazo de príncipe--contestó Aladdín-- y otras veces de mendigo.Pero, ¿no quieres subir a la alfombra y volar conmigo?Y así sobrevolaron por toda la ciudad, Jazmín estabafascinada y aceptó casarse con Aladdín.---Yafar trató de matar a Aladdín, pero no lo logró.Cuando los dos jóvenes se casaron, el Sultán fue elhombre más feliz de la tierra, y el Genio, ya libre de suencierro dentro de la lámpara, fue el Genio más felizque se conoció en todos los cuentos.











¿DÓNDE ESTARÁ LA RATITA?

















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